Jueves 18 deAbril del 2013 y un bus.



Jueves 18 de Abril del 2013

Hoy un sentimiento de felicidad enorme me embargó con un aspecto que parecía ser simple. Salí de un extenuante día de vida ajetreada universitaria y me dispuse a sumergirme en el transporte urbano. Me monté en un Ermita 1 sumamente galáctico, tenía unas llamativas mangueras de luz azul turquí bordeando toda su carrocería roja. Saqué la mano (gesto empleado para hacer que se detengan estos vehículos), y luego de sentir como mis córneas se quemaban a medida que el bus se acercaba, se detuvo frente a mí. Ingresé, pensé que no iba a obtener puesto y me tocaría irme de pie, si es que se le puede decir de pie a ir con la mitad del cuerpo encorvado y presionado por el techo y por los pasajeros de al lado, pero si había uno disponible y me senté en él.

Hasta ese momento todo era normal, el bus empezó a moverse y la ventana abierta que tenía al lado dejó que el viento entrase por la ventana y refrescase el infierno que había adentro, pero había algo distinto en ese bus; frente a mí había una pequeña pantalla que para mi sorpresa ¡servía! Y estaba presentando videos jocosos de distintos aspectos: Risas de bebés, caídas, bromas y en general aspectos de la vida diaria pensados previamente para generar sonrisas. No sé por qué inicialmente ese aparato me genero algo de rabia, realmente no lo sé, tal vez porque sentía que era suficiente con que las personas estuviesen absortas en estupidez con el televisor de sus hogares para pensar que ahora, también en el transporte urbano, debían enfrentarse a otra pantalla hipnotiza-bobos.

Primero, la ignoré por completo y seguí mirando a través de la ventana pero, sentía que estaba viendo las mismas calles, los mismos centros comerciales, los mismos edificios que diariamente pasaban frente a mí cuando iba de mi casa a la universidad y de la universidad a mi casa, así que decidí mirar la pantalla. No pensé que me fuese a alegrar tanto una pequeña pantalla incrustada en una superficie. Y es que no eran los videos quienes provocaban en mí alegría, era la risa de las personas a mi alrededor quienes con ese televisor lograban salir de su cotidiana rutina y reconfiguraban sus rostros desconfigurados por el vertiginoso paso de los días.

Empecé a detallar cada sujeto que se encontraba a mi alredor; el señor del lado tenía un maletín de cuero que parecía llevar adentro algún computador portátil; la señora que iba parada junto a él tenía un uniforme del cuál no pude identificar el lugar de procedencia pero asumo que era de algún centro comercial, ya que el recorrido pasaba por dos de ellos; el señor mayor ubicado diagonal frente a mí, llevaba en su rostro el mapa de los años y la bitácora de las experiencias que se aglomeraban junto a sus ojos, su boca, su frente y su cumbamba y, cuando se escapaba de sus labios una carcajada provocada por los videos en cuestión, todo ese mapa tomaba una posición diferente y se llenaba de vida, de jocosidad, de ímpetu.

El camino, de ser tortuoso y agobiante, pasó a ser rápido y divertido y en un santiamén ya estaba acercándome a mi destino, me paré, moví un poco a las personas para poder escapar de la piscina de personas que había en el bus y salí, salí con una extraña sonrisa en la cara y con muchas ganas de abrazar a mi madre.

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