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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Primera, primerísima parte del segundo intento de novela.

-¿A qué sabe la felicidad?- Le preguntó la bala a la pistola - A plenitud y buenos día- respondió ella. Así me desperté la mañana del primer Domingo del pasado mes, intentando darle una interpretación a la absurda respuesta de la absurda conversación entre una bala y su madre pistola. ¿Por qué esa respuesta ante tal pregunta y por qué esa pregunta también? Yo creo que a la bala le sabía la felicidad a plenitud porque al salir disparada de su madre, no solo se desarraigaba de ella, no solo rompía el saco de protección, su útero y resguardo, sino que salía a enfrentarse al desgarramiento de tejidos, a la emanación de sangre, al buenos días que le daría al inspector o a medicina legal al extraerla. Por fin cumpliría su función, por fin daría rienda suelta a su paso, a su vuelo en el mundo. Y así, podría al fin, en su recorrido vertiginoso con un rumbo fijo del que ella desconoce, encontrar la calma del que cree haber cumplido su meta ya, del que cree haber dado por terminados sus propós

Tal cual.

P: algo me falta, no puedo estar seguro que esta estado de ánimo no lo he diseñado yo mismo...La historia de vida de muchos. C: hay muchos estados de ánimo diseñados por otros. P: O por uno mismo, uno se inventa sus demonios para tener algo en lo que entretenerse linda.

Miscelanea de retazos.

Bienvenidos al infierno, por favor mantenga brazos y codos dentro del vehículo. Oscilar entre lo que se es y lo otro. La aparición del miedo. No saber quien se es. Eso es enfrentarse a la vida. Descansar es aceptar que no existe cura, no existe cura porque, la verdad, no existe mal. Así, al fin, aprendemos a lidiar con nosotros mismos. Niño, ven, ¿te dolió lo que te hicieron esos niños? ¿Ves? ¿Ahora entiendes por qué Peter Pan no quiso crecer? ¡Este es el mundo real! Te presento al sufrimiento. Aborrezco la facilidad del clima de modificar mis estados anímicos. Es en la búsqueda y no en el encuentro donde hallo mi felicidad. El clima no contribuye con mi percepción de los Domingos; apestan. Todos, sí todos, necesitamos por naturaleza la ficción, poder escapar de la realidad, aunque sea por un instante y así, alcanzar lo que algunos denominan felicidad. Esa vaina que une, sin razón; esa idealización de los momentos; esa necesidad de más, de perfección, eso es a lo que yo,

Ana y Morgana.

-Cuando encuentre la razón de porqué llorar será el verdadero comienzo de mi fin-. Eso le dijo Anita al rostro de su desdicha. Sí, en un sueño. Ella en su vigilia se enfrentaba constantemente a una desazón sin fundamento y a un vértigo que le producía náuseas. Ella quería saltar al vacío. En su día a día se exacerbaba la angustia de su mente, le daba rienda suelta a su imaginación proyectando escenarios repletos de caos, su muerte, su funeral, el llanto de sus allegados, la muerte de otros, se preguntaba qué se sentiría matar, qué se sentiría ser culpable de algo real. Ella tenía miedo, sí, mucho miedo, sentía que cohabitaba con un ser que la dominaba a ratos, cohabitaba con otro rostro, otra Ana. Ella le llamaba Morgana, su alterego, su alterego que era más ella que ella misma. Ella gritaba, le gritaba a Morgana, le decía que la dejase en paz, que quería paz, que se quería libre, ella quería ser libre de sí. Ana solo encontraba paz en sus sueños, pero la paz la encontraba porque