FILOSOFÍA Y CRISIS COLOMBIANA

¿Cómo podemos ver la barbarie de forma tan arbitraria? Esa pregunta ha rondado, incomodado y taladrado mi sentido común (considerado por muchos como el menos común de los sentidos) en reiteradas ocasiones. Una de las tantas respuestas que podría plantear puede ser tal vez nuestra incapacidad de pensar. Para poder adquirir consciencia sobre lo violento, salvaje e insensible de los seres humanos debemos al menos entrar en una introspección, conocernos, indagarnos, auto-refutarnos y por encima de todo hacer lo que supone ser inherente al ser humano: pensar. El inconveniente aquí es que no lo hacemos ni tenemos la más mínima intención en empezar a cuestionarnos, abrir los ojos, salir de la caja de cristal. Puede ser que no tengamos el ímpetu de preguntarnos, o puede también que estemos incapacitados, eso parece mostrar cada una de las actitudes y acciones de los colombianos en su quehacer ordinario. “Lo que más merece pensarse en nuestro tiempo problemático es el hecho de que no pensamos” (Heidegger, 1951-1952: 17).

Vivimos inmersos en una sociedad vacua, no vemos lo que en sí nos rodea, nos inmiscuimos en la arbitrariedad de los días, de la gente, de todo aquello que estpa en nuestro día a día. Parece que vemos pasar la vida como si fuesen imágenes externas, como una película sin gracia la cual observamos sin ganas. Tal vez para liberarnos de la apartada visión que tenemos ante el mundo, de la falta de interés en untarnos de vida debemos actuar, obrar de tal modo que nuestra concepción de la realidad cambie.

“Lo que más merece pensarse es que nosotros todavía no pensamos; todavía no, aunque el estado del mundo se hace cada vez más problemático. Este hecho parece exigir, más bien, que el hombre actúe y actúe sin demora, en lugar de hablar en conferencias y congresos y moverse en la mera representación de lo que debería ser y de cómo habría de hacerse. Falta, por tanto, acción y de ningún modo pensamiento” (Heidegger, 1951-1952:16).

Ahora bien ¿qué sucederá si actuamos y no pensamos? He ahí el verdadero conflicto de los colombianos, creemos que simplemente obrando como borregos, siguiendo un grupo de gente porque son mayoría, apoyando causas que no son realmente nuestras sino de externos con “mayor capacidad de pensar”, sin sublevarnos ante las voces de los políticos pérfidos, la iglesia cleptómana y las masas sin pensamiento propio, podemos realizar un cambio. Bien lo dice Fernando Vallejo en El don de la Vida “No hay mal que padezca Colombia que no se remonte a la Iglesia o al gobierno” (Vallejo, 2010: 24) y tal vez yo pueda extender ésta afirmación, no hay mal que padezca Colombia que no se remonte a la incapacidad que tenemos de seguir nuestros propios criterios y no los de otros. Debemos actuar, sí, debemos tomar cartas en la crisis colombiana, coger la batuta y modificar las actitudes erróneas, pero ¿cómo se logra esto? La respuesta es simple: pensando. “Y, sin embargo, quizá el hombre hasta ahora, desde siglos, ha actuado ya demasiado y pensado demasiado poco” (Heidegger, 1951-1952: 16).

Esa insuficiencia en el pensamiento nos hace obrar de manera ilógica y pasar por alto la barbarie, o peor aún, disfrutarla. Eso sucede frente a los noticieros que bajo mi criterio, son la máxima expresión de barbarie. Voy a cavilar en mi criterio sobre los noticieros, para eso debo iniciar manifestando un vasto sentimiento de desprecio ante éstas dosis de muerte en pequeñas proporciones cada día, en la mañana, en la tarde y en la noche; y también hacia los fieles televidentes de la barbarie.

¿Qué es un Noticiero (destacando el de RCN o el de CARACOL)? Alrededor de cuarenta minutos de muertes, homicidios, robos, secuestros, "dadas de baja", terrorismo, damnificados, BACRIM, torturas y claro, omisión total de política (o más bien de los asuntos políticos realmente importantes, cortinas de humo claramente identificadas). A la gente le fascina observar el sufrimiento, asumo que desean sentirse privilegiados por no estar en tan malas condiciones como las inocentes personas que sufren terribles calamidades y el noticiero le da al pueblo lo que desea. La violencia se vende como pan caliente, es marketing, rating y por ende es dinero.

Continuando con el circo seguimos con los veinte minutos aproximadamente de football, porque en realidad ¡sólo muestran eso! Veintidós personas detrás de un balón corriendo de un lado a otro, con técnicas y jugadas, que realmente no mejorarán la situación colombiana. Prosigo, ahora vamos con la sección más execrable para mí; farándula. Más o menos media hora de “figuras esculturales”, mujeres intentando pisotear todo lo que con sufrimiento las féminas hemos alcanzado. Actores de Hollywood; personas totalmente fuera de nuestro alcance pero personas al fin y al cabo, no dioses. Y toda una parafernalia de personas huecas, chismes vacuos e insensateces.

Luego de definir lo que para mí es un noticiero prosigo con lo que bajo mi criterio son los televidentes de éstos. Noticiero-adictos: Amarillistas y morbosos. Son capaces de comer mientras observan el despliegue de sangre que les muestra la televisión. Son la máxima expresión de insensibilidad y ausencia de humanismo.
Me queda, respecto a estas secciones en la televisión esta triste e irrefutable conclusión: Si por un día, un ínfimo día, reinara la paz ¿qué pasaría con los noticieros, la opinión pública o la farándula? Se les acaba el negocio, se inventarían el muerto, generarían el chisme y seguirían arrasando con la poca capacidad que tiene el colombiano de pensamiento autónomo.
Hasta ahora he planteado la incapacidad de pensar como una de las causas de indiferencia ante la barbarie, más existen muchas otras, yo mencionaré ahora la concepción de ciudad. La ciudad se supone que es una unidad, en donde las personas viven en “sociedad”.

“La ciudad, desde una perspectiva económica, es un bien polivalente, medio de consumo y de producción donde se articulan complejamente los viene privados, públicos, club y meritorios. En esta perspectiva, la ciudad es la conjunción de bienes específicos de diverso orden y naturaleza, es un bien meritorio de consumo colectivo, público por excelencia; escenario privilegiado de una imperfecta operación de los mercados: el suelo urbano, el espacio público, los servicios colectivos domiciliarios, las vías y el transporte son generadores de diferentes tipos de externalidades. La construcción del espacio urbano, dependiendo exclusivamente de la operación espontánea del mercado, a la par de las economías urbanas que genera, no tiene en cuenta los costos sociales y ambientales por lo cual es necesaria la intervención del Estado atendiendo su función social y de facilitador del desarrollo económico” (Giraldo, 1996: 4).

Parece que el concepto de conjunto en las ciudades está mandado a recoger, en ésta sociedad “está de moda” abolir la unión. Por ejemplo hay varios ciudadanos que vivimos en unidades residenciales que de unidad no poseen nada, no conocemos siquiera al que vive a nuestro lado y nos enteramos del fallecimiento de un vecino muchísimos meses después, bien lo dijo Alfredo Gómez Muller en Reconstruir la convivencia “los tugurios pueden estar al lado de las grandes unidades residenciales” y es así, el sufrimiento y la verdadera realidad pueden estar a la vuelta y nosotros nos vendamos los ojos para no enfrentarnos a ésta. Para modificar la deshumanización en las ciudades tenemos que reconsiderar nuestra concepción de éstas, también de la sociedad y del entorno en el cual nos desenvolvemos, teniendo en cuenta que la base de las ciudades son los individuos en sí, en relación, claro está, con su prójimo.

“La velocidad de las transformaciones en nuestras ciudades, lo inesperado de sus cambios, el ambiente de violencia y descomposición y nuestro derrumbe moral son claros síntomas de esta necesidad de cambio de rumbo, cuyo punto de partid, para nosotros, se centra en pensar la ciudad sin omitir que ella concierne siempre y directamente al ser” (Giraldo, 1996:4).
Con éste trabajo he llegado a una desesperanzadora conclusión: es más inherente la barbarie al hombre, que el pensamiento mismo. Lo que dijo Hobbes en el Leviatán es cierto: “el hombre es un lobo para el hombre” y eso que el lobo debe ser aún más compasivo que los animales raciones destructivos que son la plaga humana. Nadie está exento de la deshumanización del hombre.




Bibliografía:
• Giraldo Isaza, Fabio, Pensar la ciudad, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1996.
• Heidegger, Martin, ¿Qué significa pensar?, Editorial Trotta, 1951-1952.
• Muller Gómez, Alfredo, Reconstruir la convivencia.
• Vallejo, Fernando, El don de la Vida, Alfaguara, Bogotá, 2010.
• Hobbes, Tomas, Leviatán.

Comentarios

  1. Alivia saber que no soy el unico que piensa asi, gracias por aclarame mas la cituacion tan obscura de esta realidad.

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