Las tretas del deseo.

¿Es posible?
Todas estas palabras carentes de sentido que se escurren entre mis dedos.
¿Es posible?
Sentir que cada acción es contradicción, que cada acto es retroceso.

Vago en aceras hirviendo de insensatez
Entro al bar de mi consciencia y bebo el suculento trago de la angustia
El drama es un buen disolvente para tan fuerte bebida
Y las cavilaciones irrelevantes adornan al vaso roto.

Renaceré en las cenizas, tal vez,
O mi inexistencia arderá
Tan tenue, tan tenue
Como la llama de un mechero con pocas gotas de mar azul.

Necesito a la señora experiencia posándose en mis futuros recuerdos (sí, más).
Obtengo vertiginosos deseos insaciables recorriendo mi anatomía.
Requiero el hálito ajeno en mi epidermis (lo consigo)
Adquiero libidinosas acciones que conllevan a penas, no se sacian ¡inevitables!

No responderé a mis indulgencias.
¿cómo hacerlo luego de sucumbir al pecado?
Me es ajeno el manejo de mi ímpetu
Inexorable el manejo de mi “ello”.

Acá, bien adentro
Se realiza la disputa sanguinaria entre lo que quiero y lo que deseo
El deseo cocea al querer
Y éste repleto de altruismo intenta abrazar su pié.

No puedo más, no quiero más
Deseo más, pido más
Entro al paroxismo del deseo.
Y la moral con su lánguida sonrisa intenta iluminar la oscuridad de mi alma.


¿Qué haré yo? ¡¿Qué pensaré mañana?!

Comentarios

  1. ¿A qué aspiramos? ¿A una vida llevada por el deseo, o a desear una vida plena? ¿Es el deseo la fuente y el origen de nuestros actos, o son nuestros actos la causa del deseo? La existencia sin deseo resulta simple y poco interesante. La existencia inundada de deseo se nos desborda y nos ahoga. Un deseo que puede satisfacerse no debería llamarse deseo, sino más bien necesidad, porque suele tratarse de un impulso fisiológico. Un deseo que no puede cumplirse es un sueño. Un deseo como algo que se pide es en realidad un anhelo... ¿qué es un deseo entonces?... desearía saberlo

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