He aquí la soledad



Acabé mi carrera. Sí, ocho semestres de formación filosófica pasaron y, si bien no me siento filósofa, un cartón dirá lo contrario. He finalizado mi primer proceso académico. Tengo miedo. Estoy finalizando mi primera y adolescente relación sentimental con la academia. Es un periodo de transición, de cambio. Eso es lo que me asusta, el cambio. Siempre lo he pensado, tengo una fijación patológica por la conservación del pasado, me asusta empezar, me asusta rehacer, me asusta encontrarme con alguno nuevo sobre mí, me asusta crearme todos los días y no ser la Paola de ayer. Es inexorable, lo sé. Ha pasado tanto en tan poco que no creo poder encontrarme de la misma manera ante el espejo. Han sido meses difíciles. He aprendido el valor de mi compañía a punta de desencuentros, desamor y angustia. He aprendido, y no como una dulce enseñanza sino como una cruda imposición, qué es estar sin la compañía del otro, qué es asumirse en el mundo. Sentí miedo y, claro, aún lo siento; pero ya aprendí, aprendí que no existe otro ser que me acompañe en mis pasos, que estoy acá, caminando conmigo. Tuve mucho afán de morir, lo intenté, fallé; fallé hasta en mi más básica necesidad de autodestrucción.

Toda mi vida he tenido horror vacui; he llenado mis vacíos con múltiples actividades, con gente, con sonrisas, con momentos, con tanta nada sin sentido. Ahora no quiero llenarme de eso, lo siento absurdo, no quiero volcarme nuevamente sobre el otro y entregarle toda mi energía pulsional a cuanto quiera acompañarme en mi caos. Pero al menos antes sabía sobre mi necesidad del otro, ahora no tengo nada claro. No necesito la presencia de un ajeno, pero aún no me siento bien acompañada conmigo. Esto es aún más confuso que mi patológica necesidad del otro. Aún no sé cómo asumirme, debo hacerlo, debo empezar proyectos nuevos, trazarme nuevas rutas para el vuelo. Sin embargo, me siento sola. No en tanto el otro, no, ya el otro me ha dejado de importar; me siento sin propósito. Tengo que edificarme de nuevo. Me siento sola conmigo y me aterra. Me estoy haciendo, tengo que aceptarlo, no soy la Paola que fui y nunca sabré lo que llegaré a ser. Tengo que aceptar la incertidumbre del tiempo.

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