Ella

Tres días y medio después, dos de la tarde, tres copas, cinco tarjetas de antidepresivos y el intento de un personaje. Ella intenta empezar una novela. Ella no sabe qué crear para ser más ella y dejar tanto encanto de la apariencia. Ella no sabe qué personaje crear para proyectar en él su nada, su pandemónium y su ausencia de fe. Le ha puesto miles de nombres a su desencanto, le ha llamado hormonas, le ha titulado juventud, le ha intentado gritar raye-de-coco o gripa-mental. Ella lo ha intentado todo. Ella ahora está bien, ella sonríe, pero recuerda los vestigios del desasosiego de cada fin de mes y le da, por inercia, la sensación de vacío. Ella tiene miedo de volver a caer. Ella sigue en su universidad, cada día se esfuerza por ser cada vez más aquello que ella cree ser, por afirmarse en eso ajeno, por proyectar el deseo en los logros y por enajenarse más de sí y coincidir más con las letras de un muerto en un libro frío. Ella cree que nunca le encontrará un sentido real a sus días, que nunca proclamará con ímpetu “estoy feliz, ya está, estoy haciéndome como quiero ser y no necesito ser más”. Ella a veces piensa que eso le ha ayudado, le ha servido para estar en donde está, para tener buenas e inútiles calificaciones, una pareja a quien ama y que él la ama y un sinfín de experiencias y teorías en la cabeza. Ella debería sentirse bien, debería darse por bien servida ante el afloramiento de la vida, ante las oportunidades de sus días, ante tanto de tanto que tiene en su quehacer. Ella no sabe porqué no puede sentirse completa. Ella ahora se siente bien, no le falta nada, pero algo de ella desea no sentirse tan bien. Ella quiere crecer para ver si ese es el remedio para su estupidez.

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