La derecha

Amanecí, aplastada como todos los días. La frente sudorosa de Natalia me cubría de un manto húmedo y salado. Se limpió conmigo la saliva que escurría de su boca, lo poco que podía limpiar porque el resto estaba seca y adherida a su cachete. ¡Así no se puede vivir tranquila! ¡Necesito independencia!

Mi compañera esta noche gozó de mejor suerte. Claro, ella es la izquierda, a ella se le pasa por alto lo difícil de esta vida. Ella no debe tomar el papel para limpiar el trasero untado de mierda de Natalia, ella no debe sujetar el lapicero ni tomar el mouse y dar click para sufrir luego de túnel carpiano, ella no debe extraer los mocos de sus fosas ni debe rascarle el ojo derecho y tampoco ella debe sostener las bolsas de la basura hasta el shut, chute, chú, no sé cómo se escribe, la verdad la de la ortografía es Natalia, no yo.

Ni ella sufre mis suplicios ni yo me libro de ellos. Estoy supeditada a mi querida señora. A rascar su cabeza y a limpiar la biblioteca; a coger las agarraderas sospechosas repletas de bacterias del transporte urbano y a intentar sostenerla de las paredes de un baño público. Jamás me libraré de Natalia, ¿o sí? ¿Será que puedo? Hoy, luego de secar nuevamente los fluidos bucales de la señorita siento que rebasé la copa. Hoy he tomado la decisión. Me amputaré. Me emanciparé y me iré a caminar sola. No sé qué haría como una mano independiente pero tal vez llegue a ser presidente, tengo ideas grandes. Natalia ni siquiera ha podido empezar su novela. Solo me utiliza para pegarse en la frente tras sus fallidos intentos. Me decepciona. La aborrezco.

Hoy lo he decidido. Pero tengo que tener mucha fuerza. No todas las manos pueden librarse de los tendones que la amarran al brazo. Quiero comentarle a la izquierda mis planes pero sé que de alguna manera puede escribir, con su terrible caligrafía, en alguna hoja, lo que pienso hacer y así se enteraría Natalia. Tengo que hacerlo sola ¿pero cómo? ¡Ya sé! ¡Todo se decidirá en la cocina!

Tengo que tomar un gran impulso. Muy pocas veces he actuado sola, solo tomo ciertas iniciativas cuando se acuesta sobre mí y dura así largo tiempo, luego, ella se intenta mover y yo me quedo quieta, tan quieta que su cerebro se traba y manda un hormigueo en señal de alarma. Sé que eso le incomoda y me encanta. Ella tiene que sentir cuánto me incomoda su gran cabezota sobre mí, ella debe sentir mi rabia. Y bueno, hoy haré lo mismo pero con más fuerza. Hoy todo se decidirá en la cocina.

Natalia, como todas las mañanas, se preparará su café y sus huevos revueltos. Carajo ¿cómo hago para que se antoje de algo que requiera cuchillo? Natalia se paró de la cama, se apoyó en mí para pararse, lo odio y la odio por eso. Fue a la cocina. Al llegar, rogué que se antojara de piña y tuviera que cortar las rodajas. No sé si fue la fe que le impregné a mis plegarias o simple casualidad pero así lo hizo. Tomó el cuchillo, pensé en mi independencia, mis falanges se llenaron de ímpetu, con una maniobra improvisada apunté el cuchillo hacia mi muñeca, con fuerza tomé el mango e introduje la lámina metálica ¡No sé qué pasa! Pierdo fuerza. Natalia grita. Izquierda me mira y me dice -¡Cortaste sus venas, nuestras venas! Veo pasar mi corta vida frente a mis uñas. Pienso, tal vez, si me hubiese quedado, si hubiese guardado calma, algún día Natalia escribiría su novela. Poco a poco me fui poniendo pálida, izquierda y Natalia también perdía color. Quiero gritarle que la amo y que no me decepciona. Intenté abrazarla pero no pude.

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