Ensayo sobre tánatos y eros

El amor, el amor, lo reitero en dos ocasiones para hacer énfasis en la palabra, y ahora lo reitero nuevamente como una exclamación: ¡El amor!, y como una incógnita ¿el amor?, y como la afirmación de lo excelso del alma: El amor. En este ensayo redactará una amante de amar, hablaré desde la comprensión y no desde el entendimiento. Comprender es abarcar todo lo que el conocimiento da y entender es simplemente saber de él, un ejemplo claro: Un médico cuando habla de los fenómenos fisioquímicos del amor está entendiéndolo, pero cuando se enamora lo comprende. Aparte de la comprensión que manifestaré sobre el amor, me apoyaré en una fuente teórica magna: Platón.

Primero es importante aclarar ¿qué es el amor?, o más bien ¿desde que visor o perspectiva veré el amor? Es complejo intentar abordar este término debido a que pueden darse explicaciones biológicas, lógicas, empíricas, racionales, espirituales, psicológicas, en fin, es una palabra que al igual que “logos” no tiene una traducción exacta. Muchos autores, pensadores y científicos han intentado categorizar el sentimiento cumbre de los románticos, todos de forma variada y distinta, algunos hablan de este como una pulsión, otros de un constructo de fobias, algunos, más biológicos hablan del amor como un estado físicoquímico de demencia temporal que dura máximo cuatro años o hasta que aparece otra persona que despierta una pasión romántica, otros como un estado obsesivo compulsivo, otros como apego y otros, tal vez, con una perspectiva más amplia hablan de este, como la virtud.

Hablaré entonces, desde lo que yo comprendo por amar. Inicialmente, bajo mi criterio, no se puede racionalizar el amor, creo que lo poco que queda claro sobre este término es que es un sentimiento y como el mismo término lo indica se siente. Los sentimientos se sienten, no se categorizan, pero esa necesidad fehaciente del ser humano por organizar, manifestar e interpretar las palabras hace que tal vez se tergiverse la raíz básica y la fuente primaria del amor. Con esta racionalización del sentimiento, llego a la más grande paradoja ¿por qué si se ama se da muerte al amor? Hablo desde la experiencia, desde los desvaríos de una incoherente que no sabe “amar”. Afirmo que este mismo alejamiento del amor por “culpa” de la razón se da por una necesidad profunda de caer, de sufrir, es buscar a Tánatos por encima de Eros, como si nos dijésemos que no merecemos ser amados y mucho menos amar. Milan Kundera lo menciona en la insoportable levedad del ser: "Aquel que quiere permanentemente "llegar más alto" tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo. ¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? ¿Pero por qué también nos da vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados" (Kundera). Aquí mismo estoy realizando lo que para mí es la más absurda y pérfida paradoja, racionalizar el amor, incongruencia que ya había enunciado, y así sepamos cuán ilógico puede ser reducir a palabras lo que por naturaleza se siente, no podemos estar exentos de intentar buscar explicaciones.

Aparte de esto (y sigo con la racionalización del amor), nunca sabemos si realmente amamos, o amamos amar, me explico, amar es algo genuino, se da y fluye en el inexorable devenir de las almas románticas, pero amar amar es intentar amar, es por todos los medios pretender ser querido y querer. Y este tipo de “amor” hace que se idealice aquel ser querido simplemente para poder sentir hacia él lo que creemos es querer y también lo que creemos creer, tal vez esto suene a juego de palabras pero creo que es la explicación del porqué exaltamos a veces virtudes en personas que no los tienen.

Bueno, aunque afirmé que como los sentimientos se sienten no se pueden limitar en palabras, me refutaré trayendo a colación un maravilloso texto Platón, quien en un reconocido diálogo titulado “el Banquete o de la Erótica” habla sobre este controvertido término, y para mí, abarca todas las descripciones que puede llegar a tener. Para hablar de este texto es necesario ubicarnos primero en el contexto, debemos saber cómo está estructurado. Iniciemos diciendo que El banquete es una narración indirecta, contada por un primer testigo llamado Apolodoro que se encuentra ausente y se realiza en la casa de Agatón. Este diálogo se trata de un debate de discursos sobre el dios del amor: Eros, en el cual intervienen varios interlocutores.

El debate sobre Eros en la casa de Agatón parte de una cita que realiza Erixímaco sobre Fedro para comenzar los diálogos de alabanza y posteriormente el debate, en el cual pregunta el porqué de la ausencia de Eros en los himnos y cánticos en honor a los dioses, sabiendo que éste es de vital importancia.

“-Erixímaco repuso entonces, comenzaré por este verso de la melanipa de Eurípides: este discurso no es mío sino de Fedro. Porque Fedro me dijo continuamente, con una especie de indignación: ¡Oh Erixímaco! ¿no es cosa extraña, que de tantos poetas que han hecho himnos y cánticos en honor de la mayor parte de los dioses, ninguno haya hecho el elogio de Eros, que sin embargo es un gran dios? Mira lo que hacen los sofistas que son entendidos; componen todos los días grandes discursos en prosa en alabanza de Heracles y los demás semidioses; testigo del famoso Pródico, y esto no es sorprendente. He visto un libro, que tenía por título el elogio de la sal, donde el sabio autor exageraba las maravillosas cualidades de la sal y los grandes servicios que presta al hombre. En una palabra, apenas encontrarás cosa que no haya tenido su panegírico. ¿En qué consiste que en medio de este furor de alabanzas universales, nadie hasta ahora ha emprendido el celebrar dignamente a Eros, y que se haya olvidado dios tan grande como este? Yo – continúo Erixímaco – Apruebo la indignación de Fedro. Quiero pagar mi tributo al amor, y hacérmele favorable. Me parece, al mismo tiempo, que cuadraría muy bien a una sociedad como la nuestra, honrar a este dios. Si esto os place, no hay que buscar otro asunto para la conversación. Cada uno improvisará lo mejor que pueda un discurso en alabanza de Eros. Correrá la voz de izquierda a derecha. De esta manera Fedro hablará porque es el autor de la proposición que os he formulado” (Platón, 1998: 370).

Posteriormente Pausanias nos habla sobre la existencia no de sólo un Eros, si no de dos correspondiendo a las dos Afroditas existentes: La urania o celeste y la popular, esta distinción me parece supremamente interesante porque en ella hace la diferenciación marcada del amor aparente y del real amor, asunto que se ve cotidianamente en la realidad, aspecto en el cual nos vemos inmiscuidos y somos permeados con el constante modo en que los medios nos atiborran del aparente amor, del amor carnal, del amor popular.

“Es indudable que no se conciba a Afrodita sin Eros, y si no hubiese más que una Afrodita no habría más que un Eros; pero como hay dos Afroditas, necesariamente hay dos Eros. ¿quién duda de que haya dos Afroditas? La una de más edad hija de Uranos, que no tiene madre, a la que llamaremos la Urania; la otra más joven, hija de Zeus y de Dione, a la que llamaremos la Afrodita popular o pandemia. Se sigue de aquí que los dos Eros, son los ministros de estas dos Afroditas, es preciso llamar al uno celeste y al otro popular. Todos los dioses sin duda son dignos de ser honrados, pero distingamos bien la función de estos dos amores” (Platón, 1998:373).

También me parece interesantísimo el discurso que realiza sobre las acciones bellas o feas, en la cual afirma que no son de ese modo en sí mismas si no que se construyen como tal mediante la manera como se hace. Esto, para mi gran deleite, tumba toda concepción moral socialmente aceptada en la cual se hace una categorización exacta, concreta y hasta banal del “bien” y del “mal”. “Toda acción en sí misma no es bella ni fea; lo que hacemos aquí, beber, correr, comer, discurrir, nada de esto es bello en sí, pero puede convertirse en tal, mediante la manera como se hace. Es bello, si se hace conforme a las reglas de la honestidad; y feo, si se hace contra estas reglas. Lo mismo sucede con el amor, todo amor, en general, no es bello ni laudable, si no es honesto” (Platón, 1998: 373-374).

Luego de la intervención de Pausanias, aparece Erixímaco, el médico, quién habla del amor como un poder universal, un poder que sólo se alcanza cuando está en búsqueda del bien y de la justicia.

“ (…) la medicina es la ciencia del amor corporal con relación a la repleción y evacuación; el médico que sabe discernir mejor en este punto el amor arreglado del vicioso, debe ser tenido por más hábil; y el que dispone de tal manera de las inclinaciones del cuerpo, puede mudarlas según sea necesario, introducir el amor donde no existe y hace falta, y quitarlo del punto donde es perjudicial, un médico de esta clase es un excelente práctico; porque el preciso que sepa crear la amistad entre los elementos más enemigos e inspirarles un amor recíproco” (Platón, 1998: 379).

También manifiesta que la relación entre el amor y la medicina está en la esencia, es decir, en la armonía, en el orden entre los contrastes y opuestos.

“La unidad, dice, que se opone a sí misma, concuerda consigo misma; por ejemplo, la armonía de un arco o de una lira. Es absrudo decir que la armonía es una oposición, o que consiste en elementos opuestos, sino que lo que Heráclito al parecer entendía es que de elementos, al pronto opuestos, como lo grave y lo agudo, y puestos después de acuerdo, es dónde el arte musical saca la armonía. En efecto, la armonía no es posible en que lo grave y lo agudo permanecen en oposición; porque la armonía es una consonancia; la consonancia un acuerdo, y no puede haber acuerdo entre otras cosas opuestas, que no concuerdan, no producen armonía” (Platón, 1998: 379).

Posteriormente viene el que bajo mi criterio, es el discurso más bello: El de Aristófanes. En este se habla sobre la figura mitológica inicial del hombre para hablar de su sexualidad y posterior relación, estos eran los andróginos que eran lo unión de hombre y mujer, tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas, era esféricos y casi perfectos, pero por su arrogancia y posterior reto hacia los dioses Zeus decide castigarlos y dividirlos en dos, mandando así, cada una de sus partes a lugares opuestos, es decir, cada género no es sino la mitad perfecta del otro.

“En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases hombres: los dos sexos que hoy existen, y uno tercero, compuestos de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nombre. Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógina, porque reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su nombre está en descrédito. En segundo lugar, todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculos, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisionomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre si, dos orejas, dos órganos de la generación y todo lo demás en esta misma proporción (…)” (Platón, 1998: 382).

De aquí se desprende aquel dicho popular que habla sobre la “media naranja”, el cual me parece bellísimo ya que nos manifiesta que la perfección del ser humano está la búsqueda de su complemento adecuado. Esto tal vez hace que sienta una excusa sobre las relaciones fallidas, siento que si se finalizan no es por mi culpa (y con esto me libro de una carga), sino que simplemente no era mi complemento adecuado, mi mitad perfecta, mi original complemento. Esto, para una romántica empedernida como yo, resulta siendo sublime debido a que, en otras palabras afirma que la finalidad del ser humano es amar. “De aquí procede el amor que tenemos naturalmente los unos a los otros; él nos recuerda nuestra naturaleza primitiva y hace esfuerzos para mantener las dos mitades y para restablecernos en nuestra antigua perfección. Cada uno de nosotros no es más que una mitad de hombre, que ha sido separada de su todo como se divide una hoja en dos. Estas mitades buscan siempre sus mitades” (Platón, 1998: 383).

Luego de este bellísimo discurso viene el de Agatón quien, desde su punto de vista como poeta, hace un gran elogio a Eros, calificándolo como el mejor, más feliz, joven y hermoso dios.

“Por lo tanto, para alabar a Eros, es preciso decir lo que es el amor, y hablar enseguida de sus beneficios. Digo, pues, que todos los dioses, Eros, si puede decirse sin ofensa, es el más dichoso, porque es el más bello y el mejor. Es el más bello, Fedro, porque en primer lugar, es el más joven de los dioses, y él mismo prueba esto, puesto que en su camino escapa siempre de la vejez, aunque esta corre harto ligera, por lo menos más de lo que nosotros desearíamos. Eros lo detesta naturalmente, y aleja de ella todo lo posible, mientras que acompaña a la juventud y se complace con ella, siguiendo aquella máxima antigua muy verdadera; que lo semejante se une siempre a su semejante” (Platón, 1998: 387).

Posterior a Agatón viene, por así decirlo, el discurso más esperado y es el de Sócrates quién primero se excusa por lo poder rendir un homenaje tan grande como los realizados por sus compañeros debido a que no conoce tan a fondo el tema, dice también que no debe realizar un discurso, se despide, desea buenas noches, pero luego sí realiza un pequeño discurso sobre Eros, primero realiza una discusión dialéctica con Agatón en donde afirma que el amor no puede ser de nada si no que debe ser hacia algo o de algo. Luego cita a Diótima quien dice que Eros es un ser intermedio entre lo bello y lo feo, lo malo y lo bueno, y al mismo tiempo es mortal e inmortal, dice que Eros nace en un festín realizado por el nacimiento de Afrodita, en el cual Poros (la abundancia) y Penía (La pobreza) deciden tenerlo, y debido a esto, Eros tienen una naturaleza completa pero intermedia entre la vaga ignorancia y la sabiduría. Finaliza mencionando la importancia de homenajear al amor y celebrar su existencia en todo momento posible. Y en un solo fragmento, hace lo que para mí, es la descripción de todo el quehacer filosófico partiendo del amor. “Los que filosofan son los intermedios entre los sabios y los ignorantes, entre los cuales también esta el Amor. Pues es la sabiduría una de las cosas mas bellas y el Amor es amor respecto de lo bello, de suerte es necesario que el Amor sea filosofo y, por ser filosofo, algo intermedio entre el sabio y el ignorante”.

Finalmente llega Alcibíades, pasado sobremanera en tragos quien manifiesta su enamoramiento hacia Sócrates y decide realizar un elogio hacia él, comparándolo con sátiro Marsías, quien encantaba a los hombres con su melodía y diciendo, que este mismo efecto tenían las palabras de Sócrates en sus espectadores y oyentes. También afirma que este filósofo es la fiel imagen de la belleza y el amor. Haciendo esto y luego de algunos eventos, se da finalizado el discurso y Sócrates sale junto a Aristodemo para seguir con sus ocupaciones habituales.

En este magno diálogo de Platón se ven todas las concepciones del amor partiendo de lo bello, no estoy diciendo que estas sean las únicas visiones que se pueden generar de un sentimiento tan debatido y rebatido, pero sí que es de las perspectivas más coherentes y magnas de lo que para mí debe ser la base de nuestro actuar cotidiano: el amor.

Bibliografía: Platón, Diálogos de Platón: simposio o de la erótica, Editorial Panamericana, Bogotá, 1998. Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, Editorial FABULA TUS QUETS, SL, SF.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Diarios de viaje: Cali, Colombia - Montañita enero 2017

Foránea de mí

El "hubiese podido ser" I parte.