20 de Junio 2014


Hace mucho no escribía, sí claro, notas sueltas, apuntes académicos, quehaceres en la agenda y palabras inconexas en los bordes de las páginas, pero nada de mí. Me hace falta. Esto me libera. Hoy le entregué la tesis corregida a la señora de maestría, aún me quedan labores por tachar de mi agenda. No sé qué hacer cuando pierda mi oficio, no sé qué hacer ante mí sin labores.
7:40 de un viernes. Ayer salí, ganó Colombia, licor, personas, vuvucelas y vacuidad. Me alegra desprenderme de las letras y encontrarme entre la gente, me alegra sentirme parte de un gran todo, sentir que no soy única, dejar ese ego absurdo que me sumerge en los quejumbrosos lamentos de un alma atormentada. Sentirme entre una masa abyecta me salva. Me salva de creerme algo más o algo menos, fundirme en los otros me ayuda a no creer que soy la única que sufre. Todos sufren, todos lloran, todos se alegran y todos, empapados de dionisio, se tiran a los carros y lanzan espuma.
Son las 7: 42 de un viernes maldecido. No me he bañado. No me encuentro. He discutido con todos y con todo. No puedo hacerme la vida más imposible a mí y por eso se lo hago a los otros. Quiero salir corriendo a cualquier parte, a cualquier parte que me salve. Esto no está bien, no me salvo. Hoy me vi un partido de fútbol con mi padre, me disgusta sobremanera pero no hay más excusa para compartir con él. Me pesa la vida.
Son las 7:43, solo ha pasado un minuto. Cada día el tiempo pesa más, es como una tibia manta que recubre en un día cálido, sudor, tedio y melancolía.
Son las 7:44, pasé horas leyendo a Pizarnik, la siento tan mía, tan propia, la siento mi yo de antaño. No quiero imitar su literatura pero quiero ser como ella. Concuerdo con ella en mucho, como que no quiero escribir novelas en donde la polifonía de los personajes recubra mi voz, no me interesa escribir de los otros, no me importan las historias. Cada vez que escribo hablo de vida, caos, sufrimiento o melancolía. No sé cómo afrontar la vida si no es de esa manera. Creo que algo de mí ama el caos generado de la nada yendo a ninguna parte. Amo a Pizarnik, pero no quiero escribir como ella. De hecho, antes de conocerla escribía semejante, así que algo de mí me grita que ella, desde muerta, me copió a mí. No quiero ser como ella, no quiero morir de sobredosis de mí.

Saldré de aquí.

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