Grito.

No saber quién se es, eso es caer en el vacío de la probabilidad. Creerse tan propio de sí, tan dueño de lo que con tanto ímpetu se ha forjado, saberse ajeno de su proyección, saberse despojado de sí ¿soy para los otros? Me atiborro de quehaceres. Busco, busco desesperadamente un grito desde la nada que reafirme lo que soy, un eco, un llamado, una respuesta, un camino ¿cómo reafirmarse en la carencia de sentido? Tretas repletas de caídas, grito mi nombre, no escucho respuesta y siento vértigo. La música no me ayuda a hallarme, la teoría me enajena, la cotidianidad me desgarra pero el caos me deshace ¿vivir fragmentada o anulada? Decido optar por lo primero.

Crearme como un boceto de nada, como un acetato maltrecho, escalones y trampolines, la desesperada búsqueda de un ascenso hacia algo que me brinde un asidero. Aferrarme a la nada que he construido. Me aferro fuerte a las escaleras, cae ácido en mis ojos, ¡cómo obnubilan los sueños sin realizar! Nada de lo que afirmo ser soy.

Vivir de la nostalgia es al menos vivir de algo. Vivir manoseando palabras, despilfarrándolas. Hay días en que el alma no se encuentra, se aferra a un cuerpo ajeno y al vacío del tiempo. Mi alma no se puede llenar con momentos. Hay días en que las sonrisas y las máscaras se deshacen ante ausencias, ante la carencia de mí.

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