Jueves.

Hoy es jueves, día como cualquier otro, ninguna efeméride por la cual alegrarse, nada que contar, otro día, otro más, más canas en potencia, menos expectativas de vida, más expectativas volcadas en sueños, menos probabilidad de lograrlos, más desazón en acto.

Ventilador, cobija, sudoku, esfero sin tinta.

Me inutilizo, tampoco sé en qué podría utilizarme. Tengo miedo, tal vez de nada concreto y eso me asusta más. Tengo miedo de todo, de la ambigüedad del todo y de la facilidad de la nada, de la carencia de logros y de las ansias de reconocimiento, de la ausencia de calma y de la inexorable vida.

Computador, televisor, agenda, olor de almuerzo.

Han pasado diez minutos luego del medio día, la mitad de un día derrochando tiempo, despilfarrando oportunidades de no-sé-qué. El problema de la vida es cuando se tiene fe en ella. El problema de los días es cuando creemos que podemos hacer mucho con ellos. El problema de la realidad es cuando pensamos en ella como fantasía, la idealizamos, soñamos ser algo algún día, sobresalir, conocer al menos lo suficiente como para sentirse orgulloso de sí.

Música, buscar otro esfero que tenga buena tinta, calor, mirar por la ventana.

Bien lo dijo Erasmo de Rotterdam citando a Sófocles en el elogio de la locura: Cuanta menos sabiduría se tiene, más feliz se es. No es que me considere sabia, no sería tan ilusa, pero sí quiero algún día llegar a saber algo, no sé qué exactamente, pero algo que me haga aferrarme a la vida lo suficiente como para valorarla. Busco conocer, conversar con aquellos a quienes considero sabios para permearme de ellos, para hacerlos mi ejemplo, para aprender, aprender, aprender. Poco a poco siento que lleno un saco roto, le arrojo citas, teorías, postulados cada que puedo y de nada sirve.

Tachar el sudoku con rabia por equivocarme en un número, sinsabor, ganas de lulada, salir corriendo.

Nada que hacer, todos los días serán siempre iguales, ganas de más y cada vez menos. Algún día me llenaré de algo, de lo que sea. Pronto volveré a mis rutinarios quehaceres y todo este tiempo libre terriblemente mal gastado quedará atrás, luego añoraré el descanso y nuevamente cuando lo tenga lo aborreceré.

Bajar a almorzar, salir a buscar lo que sea que me libere, pedalear, huir.

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