Cualquier domingo
Todos los días son iguales y cada bello amanecer es el mismo bello amanecer que el pasado día. Me duele la cabeza, tengo calor y me duele el alma. Hoy, dejaré que lleguen las diez de la mañana para no sé qué, para seguir esperando que lleguen las once, las doce, la una y así en adelante esperando nada. Bienvenido sea el execrable domingo, la acera hierve, los sentimientos pululan, las sensaciones fluctúan, la desazón se acelera y el almizcle del desespero se funde en las mieles dulces del desasosiego. Sentirse mal es naturalmente placentero, es un vicio, es mi vicio...