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Mostrando entradas de mayo, 2013

Pérfido.

Me visto de autores, No tengo rostro Me visto de letras que no me pertenecen Ciorán, Pizarnik, Baudelaire, Huxley, Rimbaud, Hesse, Bukowski, Bierce Camus, Nietzsche y Sartre, eso soy ahora. ¿Y mañana? ¿sí, mañana qué? No tengo algo mío, Solo un vómito de conceptos recolectados Agrupados sistemáticamente y puestos en mi quehacer diario. El caos no es mío, es de los otros Es de los que admiro, de los que leo, de aquellos en los que creo, Me desdibujo en llanto inventándome cuentos Realmente mi no-sé-qué no me pertenece. Y así, creo mis desencantos Y así busco continuamente aniquilarme, Arrancarme las uñas y perforarme los ojos Así encuentro la destrucción que aclamo. Y lo que proyecto y lo que escribo se vuelve cierto Y mis días se ponen grises y la oscuridad se vuelve real Y se cortan las alas, se vierte petróleo en las plumas Y rompo el espejo, no me encuentro. ¿qué puedo hacer? ¡no soy real! Todo lo que proyecto ser es un acetato

¿qué se vive en la vida real? Primera parte.

Y sí, sentado en la plaza me lo dijo un viejo albañil: “No sé cuántos edificios en mi vida construí, lo que sí sé, es que a ninguno me volvieron a dejar entrar”. Eso fue el pasado verano y aún recuerdo su rostro, descompuesto, vengativo y agotado ¿cuántos como él habrá? ¿Cuántas personas no podrán acceder tan siquiera las obras que producen? Y es que no es solo ese albañil, es cuanto asalariado hay laborando a esta hora, todos producen, crean, innovan, hacen, dan todo de sí, todo bajo el yugo de la necesidad de un nimio pago y encarcelados en cuatro paredes grises en un espacio reducido. Cuántos persiguen sus sueños y se quedan en el intento, cuántos artistas, pintores, fotógrafos, escultores, directores de arte, músicos, filósofos, escritores, cuántos han renunciado a seguir con aquello que les apasiona por tener que llevarse una miga de pan a la boca. Es entonces donde aparece la frustración, el desasosiego, es ahí donde se siente la nada, donde la vida pierde sentido, solo al

bomba de tiempo...

Un romance, un amor, un anhelo esperanza y una pizca de añoranza la tristeza se recubre de un velo de alegría me tomo en las horas indicadas el placebo de la fe. Algo parece ser distinto algo pinta bien se desploma el manto negro se abraza a la niña en llamas. Vuela el miedo regresa el deseo y una dicha sospechosa embarga y permea el alma. Algo va a salir mal algo pronto se destruirá esta tranquilidad aparente es solo el ojo del huracán. Así como cuando me invade la angustia así como cuando me embarga la desolación así como desaparece la nostalgia así mismo se esfumará la esperanza Por ahora es mejor sentarse y esperar limpiar la sangre de las mantas cicatrizar la carne desgarrada Esperar y esperar que tanta dicha infundamentada llegue a su final.

Todo comenzó con un pequeño impulso.

Todo comenzó con un pequeño impulso. No aprendí a montar bicicleta en mi niñez, sí, mi madre no quiso enseñarme porque tuvo un fantástico accidente en el cual su clavícula se le salió de la piel, atravesó la camiseta y rayó la acera fue ahí, cuando abandonó las dos ruedas y le dio paso a las cuatro, a la gasolina y al estrés de los trancones. Conmigo, no sucedió la misma historia ¿en qué iba? Ah sí, como ven, mi madre no me enseñó a andar en dos ruedas y mucho menos mi padre, tanto mi hermano como yo aprendimos de viejos. Yo aprendí por curiosidad, porque un ser, bien allegado de hecho, adoraba montar en bicicleta, yo le copié el cuento y decidí lanzarme al ruedo. Al comienzo fue difícil ¿cómo no? Cuando se es niño los raspones no duelen y la sangre no asusta, con los años nos damos cuenta de cuánto duele un totazo y nos enfrentamos a nuestras inseguridades constantes. Por otro lado, ese cuento del equilibrio no es nada sencillo y, mantener coordinado el movimiento de las piernas y a

Y que ¡Y qué! ¿Y qué?

¿Y qué si no escribo lo que debo escribir? Sí, hoy no quiero academia, ni textos engorrosos, ni palabras tristes, ni caos, ni no-sé-qué opresor, ni desazón, hoy pienso en él, hoy se me llena la boca de palabras dulces y sí, hoy estoy sumamente cursi. ¿Por qué siempre hablo de hoy? Digo “hoy la vida no me sabe bien” “hoy mi día se tiñó de angustia” pero ¿por qué? ¿Por qué si está él? ¿Por qué si puedo pensar en mañana? Y no solo él, estoy yo, estoy yo para apoyarme, para darme fuerzas, para sobrellevar mi caos sin fundamento y mi sinsentido constante. Y que ¡Y qué! ¿Y qué? ¿Y qué si hoy quiero escribir palabras dulces? ¿Y qué si no quiero que sea solo hoy sino, si es posible, el resto de mi vida? ¿Y qué si lo amo y lo hago en demasía? ¿Y qué si me contradigo, si lloro, si salto y si grito todo en tan solo sesenta segundos? Esa cosa rara que denominan amor, eso siento, eso se preserva en mi alma, eso que está en boca de todos pero que siento arder dentro de mí de un modo distinto.

La nada de las calles.

Ella salía, sí lo hacía constantemente pero algo distinto le ocurría a las calles, a la gente, a su vana realidad. Iba a donde quería y hacía lo que a ella le antojase pero algo pasaba, algo no la llenaba, algo en ella destapaba el vacío y no lo llenaba de aire, algo no estaba como debería estar. Sí, durante la semana ella se entregaba a sus quehaceres, con responsable esmero intentaba darle valor a su presente y esperanzas a su futuro pero, al llegar el fin de semana, ella se arrojaba a la noche e intentaba desesperadamente llenar el vacío con gente, con sonrisas, con discusiones absurdas y conversaciones “intelectuales”; ella intentaba darle vida a la vida, darle sazón al almizcle de la noche, pero tanto le echaba esencias que la sopa quedaba atosigada y empalagosa. ¿Qué carajos le ocurría? Todo siempre estaba bien, tanto así que su búsqueda era por encontrar el caos que le hiciese recordar que aún estaba montada en el tren de la vida y no se había quedado atascada en lo monóton